Actualmente los estudiantes desperdician las oportunidades que se les brinda en
el salón de clase. Por eso, dentro de un salón nos podemos encontrar un alumno
que nos diga: “No oigo, no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado” cuando
se le pida su participación o comentario sobre el tema del día; y lo digo
figuradamente, porque los niños y jóvenes prefieren hacer a un lado el
privilegio del que muchos alumnos se perdieron hace años cuando eran chavos,
¿Quiénes eran? Algunos de nuestros papás.
Por eso, me inspire en esas viejas historias, pero crueles de la educación en nuestro país, haciendo que un niño como Javier, rezongón, con todas las oportunidades por parte de sus padres, de la institución escolar y de su maestro principalmente, rechace esa posibilidad de que el maestro le ayude a aprender, pero sobre todo que pueda externar dudas y comentarios con confianza y sin miedo.
Ahora, Javier se imaginó al profesor Miguel siendo un mago o brujo como lo pensaban nuestros papás al ir a la escuela en aquellos tiempos. De ahí parte esa idea de que el profesor lo convirtiera en un tronco, sin poder hablar, moverse o peor aún, siendo tratado no como un árbol, sino como una cosa inanimada, donde solo el profesor es el que habla y llena a los alumnos como una alcancía o un vaso de agua. Afortunadamente su compañero de clase, Pablo, le hace hincapié en que se imagine una de esas escenas de los cuentos de terror.
Sin embargo, esta representación en su mente de Javier y reflexión, hace que él entre en razón, arrepintiéndose de decir esta frase muy común en los niños cuando no quieren escuchar.
Pienso que la escuela siempre estará en pro de las personas de la sociedad, por lo que no tiene que ser un castillo de brujas o de terror, sino más bien un barco que lleve a los niños y jóvenes a un puerto seguro.
Por otro lado debo decir que ahora las posibilidades de que los estudiantes puedan construir conocimientos diferentes a los establecidos han aumentado. He ahí la autonomía que se les brinda a los estudiantes y a los docentes al poder ser formados permanentemente.
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